El halekína en Afganistán
tres artículos de la prensa anglosajona sobre los pastunes
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Para
recordar un poco hay que olvidar mucho. —William
James De las cadenas radiofónicas de los Estados Unidos, la Radio Pública Nacional es la más sensata y fidedigna. El 15 de mayo de 2002 su audiencia escuchó un reportaje de una ciudad del sureste de Afganistán, en la región pastun. Empezó así: Los
cineastas de la nueva ola como
John Waters y David Lynch no podrían inventar un escenario como Khowst. Los
hombres que se entretienen por las calles llevan armas de Kalashnikovs hasta
granadas propulsadas por un cohete. La mayoría tienen los ojos delineados con
un lápiz, se pintan las uñas de color granate oscuro y llevan rosas en el
pelo. Son guerrilleros santos y no es poco común ver a dos guerrilleros santos
caminando por las calles, el uno al lado del otro, cogidos de los dedos meñiques,
el uno llevando una ametralladora, el otro una lanza cohetes. La semana pasada
Khowst se convirtió en uno de los lugares más salvajes de la provincia salvaje
de Paktia, cerca de la frontera con Pakistán. El
reportero, un norteamericano en esa tierra desconocida, explicó a los oyentes
que a la gente decente de esas partes, no le gustan esos guerrilleros
raros. Dijo que estaba esperando la liberación de los caciques instalados en la
capital de Kabul por la
Organización de las Naciones Unidas.
Esta
historia es sólo una de varias publicadas en
los primeros meses de 2002. Es el trabajo de los
medios de comunicación anglosajones.
El tema de su ofensiva es la cultura de los pastunes,[1]
lo
que para los medios significa las prácticas sexuales entre hombres, sobre todo
el halekína,
la palabra pastun por el amor de los adolescentes varones. Es la conducta homoerótica
predominante
en la pasto-hablante
región del sur y sureste de Afganistán, donde están las ciudades de Khowst y
Kandahar, y del noroeste de Pakistán. Los pastunes han vivido en área hace
muchos años antes de la imposición de las fronteras políticas modernas. Los
tres artículos que he traducido —
—
son de los diarios principales. Relatan en tono espeluznante las relaciones
entre niños y hombres. Hablan con horror de la pedofilia. Les fascinan los niños
inocentes que quedan marcados para toda la
vida una vez que caen en las garras de esos hombres. Califican
a la gente como notoria, con inclinaciones extrañas y una obsesión con la
sodomía. Cuando los diarios se cansan de denunciar todo esto, se burlan de
ello, llamando la ciudad más grande de la región, Kandahar, un "Sodoma
y Gomorra con arena".
La
realidad es diferente. Los "niños" son adolescentes. Se les corteja
antes de que consientan a una relación. Es una costumbre que lleva muchos años
en esta región. La incidencia sexual entre hombres y jóvenes varones en el
sureste y sur del país donde vive la gente pastun –y donde están Khowst y
Kandahar– es tan alta que llega a ser parte de la cultura. No existe la
desaprobación que vemos en los países del primer mundo. Un
encuesto llevado a cabo en 1997 por la National
Coalition for Child Rights (Coalición nacional de derechos de los niños) mostró
que el 23 por ciento de la población allá valora el sexo entre hombres y
adolescentes varones como objeto de orgullo, el 14 por ciento cree que es un símbolo
de un alto nivel social y el 11 por ciento no lo considera malo. Un
artículo de la agencia de noticias IPS América
Latina dice que
"muchos
camioneros tienen relaciones homosexuales con jóvenes o adolescentes que viajan
con ellos como ayudantes".
El
Los Angeles Times relató el comento de desaprobación de un mullah
afgano,
que la mitad de los hombres tiene sexo con adolescentes y el 90 por ciento
quiere hacerlo. Para
la prensa, no importa lo que piensa la gente. No importa si los chicos son
adolescentes, tampoco si el sexo es con consentimiento. Por debajo de sus
palabras está al acecho la idea de que la
ginecofóbia de los talibanes –su manera cruel de tratar a las mujeres–
queda explicada por su homosexualidad. The
Times de Londres ya ha publicado esta hipótesis, según el sitio porteño
Página/12.
Éste
artículo es de un periódico gay. Critica la homofóbia de los otros artículos;
desmiente las calumnias y destapa
las contradicciones. Este enfoque es bueno dentro de sus límites, pero
no es completo. Un análisis debe tomar en cuenta que los jóvenes pueden ser
–y muchas veces son– explotados
porque no tienen los derechos ni el poder para conseguir el respeto de los demás.
Además, a pesar de lo que implica el comentario de The
Washington Blade,
los pastunes no se identifican necesariamente como homosexuales (tampoco, por
supuesto, los griegos antiguos). Y hay
que recordar que los diarios reflejan
la política del entorno social: "Reproducen simbólicamente de una manera
imparcial y fiel la estructura actual del poder", según el sociólogo
Stuart Hall. Cabe examinar este pensamiento. En
este ensayo, demostraré que el halekína no es una práctica anormal
para los pastunes. Delinearé las condiciones que le han permitido florecer, a
pesar de la proscripción de la religión. Y presentaré pruebas de que la
dominación cultural de los países del primer mundo, llevada a cabo por la
Organización de las Naciones Unidas e impulsado por los Estados Unidos y los países
islámicos, pondrá fin a la práctica. Empecemos
con unos puntos de vista sobre
las prácticas sexuales en los países del Medio Oriente.
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